Esta muestra es fruto de un propósito general: destacar en lo posible el trabajo de los reporteros gráficos en estos tiempos tan difíciles como cambiantes; y también alberga una intención más concreta: convertir a estos profesionales en protagonistas directos, sin mediación alguna, al seleccionar ellos mismos las imágenes según su particular criterio.

El fotógrafo de prensa es el el tercer colectivo más cercano a la realidad de la guerra. Después de los propios combatientes y las víctimas civiles, los reporteros viven y sufren los conflictos con la certidumbre de ser notarios de la mayor tragedia de la humanidad y, también, aunque no lo reconozcan abiertamente por pudor, modestia o cinismo, acarician la secreta esperanza de que sus testimonios sirvan para aliviar los trágicos escenarios que plasman con sus cámaras o que, al menos, agrieten la indiferencia general.

Nos encontramos ante un conjunto de imágenes con escenas muy duras, algunas de ellas, escogidas, precisamente, para mostrarnos los rincones más oscuros del comportamiento humano en el magma de la guerra. Ante estas fotografías no existe posibilidad de dulcificar ni camuflar lo que supone el conflicto bélico.

Por otro lado, la interpretación en una sola imagen del concepto paz es mucho más ecléctica. Las rutas elegidas son tan distintas como sorprendentes: la ternura, el acto cotidiano, la sonrisa, la ironía e incluso la sátira. Hay reporteros gráficos que optan por la serenidad de un extenso paisaje natural o urbano, por el consuelo maternal o por la fiesta desatada. Otros no olvidan el contexto bélico y captan un instante de aparente traquilidad entre las ruinas o el lapso previo a la batalla.

La guerra y la paz esculpidas con luz desde el alma de una cámara.